martes, 13 de abril de 2010

COSAS DEL FUTBOL...

Imprimir nota

La mejor jugada

Alguno fue, tal vez el Flaco. Yo no. Nunca soy el que empieza con un tema. Opino, meto un bocadillo o dos pero no soy yo el que impone una discusión, el que abre la sesión.
¿El Flaco dije? Puede ser que me equivoque. Ahora que lo pienso bien, debe haber sido Agosti el que empezó. Agosti siempre amó a Maradona, desde que Maradona, él y la mayoría de nosotros éramos pibes.Lo defiende a capa y espada, en las buenas y en las malas. Agosti se llenaba la boca hablando del Diez desde antes de que el apellido Maradona salga impreso en las páginas de algún diario. Así es, al primer tipo al que le escuché decir “Maradona” fue a Agosti en un recreo y ninguno de nosotros supo de quién nos hablaba. En esa época conocíamos a todos los jugadores, por la radio, por la Goles, El Gráfico o por las figuritas pero de Maradona no habíamos escuchado nada hasta que Agosti abrió la boca. Agosti jura y recontra jura que a Maradona lo vio debutar en primera ese famoso 20 de octubre del ‘76. Cuenta que un tío lo llevó. Yo sé que cada vez hay más gente que dice que estuvo en ese partido pero a Agosti le creo aunque siempre me pregunté qué hacía Agosti viendo un partido entre Argentinos Jrs. y Talleres.
La verdad, no sé quién fue el que planteó el tema de cuál fue la mejor jugada de Maradona pero recuerdo que Agosti, tan Maradoniano como insólitamente antibostero, dijo como sobrando a muchos de los que estábamos ahí:
La mejor jugada fue cuando le cerró la boca al Loco Gatti que lo tildó de “gordito” y ese domingo, el Diego, cuatro goles le clavó. ¡Cuatro!
Luis y Néstor se apresuraron en hablar antes que el resto y cayeron en la obvia:
¡El segundo gol a los ingleses en el ‘86! -dijo el primero.
¡La mejor jugada de la historia del fútbol! -exclamó Néstor.
El Flaco, bostero y fana mal del Diez, largó su vozarrón:
La mejor fue el gol que le hizo al Pato Fillol en la Bombonera, el 3 a 0 y el Patito revolcado por el piso, gateando, mientras Diego lo bailaba: para acá, para allá y... ¡Adentro!
El de la “Mano de Dios” -dijo no sé quién y el Gordo Matías tiró uno que según él hizo Maradona desde mitad de cancha durante un partido jugado en Misiones en el año ‘92. Todos lo miramos porque ese, creo, no lo tenía nadie.
Jugando para el Barça, ante el Real Madrid, en el Bernabéu y por la final de la Copa. ¡Jugadón! -dijo Carlos, el dueño del buffet que se la da de “europeo” y nació acá nomás entre San Justo y González Catán.
¡En el Napoli! Un tremendo golazo a... -arrancó decidido Pepín que se quedó sin nafta o sin memoria.
Ya habían hablado casi todos. Varios discutían y muchos trataban de imponer su criterio como única opinión posible e indiscutible. Lo dije antes: hablo, opino, meto un bocadillo o dos, trato pero no soy el más dotado en las discusiones que se arman todos los días en el buffet. Es más, un día puedo decir una cosa y al rato contradecirme y nadie se sorprende o me contesta porque, para ser sincero, debo confesar que mucho, mucho, no me tienen en cuenta. Pero esta vez quise decir algo inteligente, diferente al resto, alejado de lo obvio.
La mejor jugada de Maradona fue... -hice una pausa- separarse de Coppola.
Sonó rotundo. Varios se callaron y mientras esperaba el “¡Oh!” general y un par de palmadas en la espaldas, sonó la voz del Garrafa desde el fondo:
¡Na’ que ver...! La mejor jugada de Maradona, la más sublime de todas sus maniobras fue mostrarse ante el mundo como fana de Boca... -el Garrafa, seguro de haber captado la atención de todos, nos miró a cada uno de nosotros y prosiguió- ...porque él, de chico era hincha del Rojo...
¡Tomátela! -gritó el Flaco desde su rincón tan bostero como siempre.
¡Shhh! Dejalo terminar -ordenó Agosti y volvió el silencio.
Es así, señores, no le busquen la vuelta. Diego siempre supo cuál era su destino -retomó el Garrafa-. Sabía que iba a ser ídolo de multitudes, que iba a ser el mejor jugador del mundo y el más grande de todos los tiempos. Pero también sabía que iba a ser Dios sólo para una hinchada, sabía que su figura, su brillo, opacaría a cualquier otro jugador que vistió esa misma camiseta, por eso eligió a Boca porque no se hubiera perdonado nunca ir a Independiente, el verdadero club de sus amores y arrebatarle la gloria al máximo ídolo del rojo de Avellaneda, el Gran Ricardo Enrique Bochini, su propio ídolo. Y así fue, mis queridos -siguió el Garrafa con la voz algo quebrada-, la mejor gambeta del Diego fue esquivarle a la historia y pergeñar una jugada generosa, única y magistral. La mayor genialidad Maradoniana. Un verdadero acto de amor. Maradona sacrificó su pasión por Independiente en nombre del ídolo de su infancia y le entregó un pase gol milimétrico para que Bochini reine en el cielo de Avellaneda por los días de los días...
Amén -interrumpió Pepín y todos nos cagamos de risa.
La charla se diluyó, el Garrafa se refregó un poco los ojos, Agosti le revolvió la melena y yo me fui para casa con ganas de enganchar en la tele algún programa de esos que pasan partidos de cuando yo era chico.

Pablo Pedroso
Buenos Aires, 15 de enero de 2010

No hay comentarios: